El color del cielo by Santiago Morata

El color del cielo by Santiago Morata

autor:Santiago Morata [Morata, Santiago]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T05:00:00+00:00


8

POL

SUEÑO

Algo parecía haber cambiado, tras una noche de estancia en el cajón dentro de aquella torre inundada de luz. Mi amigo había pasado de la frustración más evidente y desgarradora a la alegría franca, tras hablar en lo que parecía una lámina de agua mágica y una curiosa piedra que se llevaba al oído.

No comprendía más que eso. Ni con quién hablaba, salvo la imagen a través del cristal en la que se veía a alguien lejanamente parecido a él, tal vez un hermano o pariente, que parecía evitarlo con acritud. Ni qué comía, ni quién era la persona vestida de negro como un cuervo que esperaba a la entrada de la caja, ni las horas que pasó entre signos en la lámina mágica.

En verdad daba miedo verle tan ensimismado en su magia, que casi recordaba a los ancianos, aunque había una extraña diferencia: los ancianos vivían para su magia y morirían por ella y, en cambio, mi amigo sólo parecía servirse de ella para un fin concreto, sin ninguna reverencia o fervor, como si aquello estuviera a su completa y entera disposición, y no al revés, como hubiera sido el caso de los ancianos, si hubieran conocido aquel cristal.

Pero, cuando volvió su cara, era otra persona, alegre y feliz. Habló de nuevo por la pequeña piedra y su expresión hablaba (esta vez sí) de autosuficiencia, de confianza y de poder.

Me alegré mucho por él, aunque me hubiera gustado saber un poco más de todo aquel galimatías.

VIGILIA

En brazos de mi mujer y con los labios pegados a su oreja, en una de las breves conversaciones, le pregunté:

—¿Ha ocurrido algo extraño?

—No. —Se encogió de hombros.

—¿Has hablado con nuestro hijo?

—Sí. Lo voy haciendo poco a poco, venciendo su reticencia de los primeros días.

Di un respingo, temeroso. Ella notó mi incomodidad.

—No te preocupes. No nos traicionará. Y ahora su curiosidad va venciendo al temor y con ello está más receptivo a mis palabras.

—¿Tienes cuidado, verdad? Eres consciente de lo que significaría una palabra de más.

—Sí. No lo dudes.

La besé con pasión. Ella se arrimó a mí, deseosa de placer, pero demoré el encuentro.

—¿Ha ocurrido algo extraño?

Al principio pareció extrañada por la pregunta.

—¿Por qué me preguntas lo mismo una y otra vez?

—Piensa. Puede ser cualquier cosa. Es importante para mí.

Su curiosidad detuvo el movimiento ansioso de su pelvis hacia mí. Pensó durante unos instantes y rio brevemente y sin ruido.

—Pues sí, pero es una tontería. Del interior de la cueva cayó agua, que apagó uno de los fuegos sagrados, lo que todos han tomado por un mal augurio. Dicen que hasta los ancianos levantaron el culo de sus asientos. ¿Te imaginas? ¡Y, encima, aún dicen que el agua era de un color extraño!

De nuevo mi movimiento nervioso cortó su sonrisa.

—¿Eso cuándo ha pasado?

—Hoy, a mitad de la jornada.

—¿Estás segura?

—¡Claro! La noticia ha corrido como si la hubieran gritado. La gente está preocupadísima y los ancianos están preparando ceremonias extraordinarias para calmar la furia de los dioses.

Mi mujer no vio mi sonrisa. La atraje hacia mí para amarla con especial pasión.



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